Y antes del Yo, Tú, Él… Nosotros los “OUTLIERS”
Hay libros que nos llegan así, casi de imprevisto, pero
tan puntuales como reloj suizo. Empachado del sancocho politiquero de absurdos,
extremismos, simpleza y resentimientos en que se han convertido por estos días mis
redes sociales, decidí irme offline y
buscar algún “remedio digestivo” en la lectura.
De esa manera llega a mis manos “Outliers”,
un texto tan breve como extraordinario. Su autor, Malcolm Gladwell, nos invita
a reflexionar sobre cuánto del éxito o fracaso personal le debemos a nuestro
contexto social. De cómo sucesos aparentemente fortuitos pueden marcar los
destinos de quienes saben reconocer lo extraordinario dentro de la cotidianidad.
Gladwell cuenta que un Outlier es aquella persona o cosa que difiere en algún sentido de
todos los demás miembros de un grupo o conjunto en particular. A través de su tríada oportunidad + talento +
esfuerzo propio, el autor nos revela como “The
Beatles” jamás hubiesen cruzado Abbey
Road de no haber sido invitados en 1960 a tocar por un mal pago y 7 noches
a la semana en clubes nocturnos de Hamburg,
Alemania. O de como Bill Gates tampoco hubiese fundado Microsoft si el “Club de Madres” de su escuela en Seattle no hubiese adquirido una computadora
ASR-33 y provisto de acceso a sus
estudiantes. Era 1968, Bill Gates cursaba su octavo grado. El mundo ya no sería
el mismo gracias al “Club de Madres” de la escuela Lakeside en Seattle. En
cada uno de estos casos existe un componente de oportunidad, entiéndase el
viaje a Alemania de “The Beatles” o
la computadora ASR-33 comprada por la escuela del entonces estudiante Bill
Gates.
Sucede que casi siempre esta aparente fortuna se conjuga con
un don individual: el excepcional talento musical de Paul McCartney y John
Lennon o la extraordinaria habilidad para la programación que descubrió Gates en
sí mismo. Pero oportunidad + talento no son suficientes, se necesita dedicación
y esfuerzo propio para lograr un objetivo. Bill Gates empleó más de 1575 horas
de cómputo solamente durante 7 meses del año 1971. Eso es más de dos meses
programando sin detenerse un segundo, 24 horas, 7 días a la semana. Para el año
1964, “The Beatles” había tocado en
más de 270 noches de cabaret en Hamburg.
El esfuerzo personal combinado con un talento innato y la eventualidad de un
entorno social favorable generan resultados excepcionales, de esos que cambian las
vidas de miles.
Entonces hubo un click…,
inevitable no pensar en qué oportunidades he tomado o dejado pasar. Qué
talentos he descubierto y cuántos aún no germinan. ¿Será que duermo mucho los domingos?
Y luego del Yo, Tú, Él….llega entonces el Nosotros (Nótese aparente contradicción con el título). Mi generación, la que habla hoy español,
francés, italiano, inglés, japonés…
turco. La de mis padres, la de los abuelos. Pensé inevitablemente en la
historia familiar que es la misma de mi Cuba. ¿Cuánto hemos sido marcados por
aquellos acontecimientos del último enero de la pasada década del 50? ¿Oportunidad
o contratiempo?
Intentar responder estas preguntas me resultó bastante relativo
y difuso. Para mi padre, guajiro de quién-sabe-dónde, la caída de Batista y el
nuevo poder rebelde tuvo que ser una oportunidad. Por fin La Habana le hizo un
guiño, luego estudios, matrimonio, la familia…. Para los que perdieron
propiedades con la nacionalización, de seguro una adversidad terrible. Si usted
aprendió a leer y escribir con la alfabetización, oportunidad. Si era dueño del
bodegón que fue clausurado, calamidad. De nuevo rimaba en mi mente aquello de
Campoamor: «Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo
es según el color / del cristal con que se mira».
Lo innegable para cualquier lente enfocado es que el
impacto social, cultural, económico y político que tuvo la revolución cubana fue
un punto de inflexión en la vida de millones. Aún para los que llegamos muchos años
más tarde a ese universo paralelo que es Cuba y llamamos Patria. Querámoslo o
no, hemos sido moldeados por los acontecimientos que durante 62 años han
marcado nuestro ADN. Lo del ADN literalmente, pues mis escasos 174 cm se los
tengo que deber al “periodo especial”. De otra manera, cómo explicar que mi
hermano con los mismos ingredientes básicos haya logrado 11 cm más de estatura.
La respuesta a esta incógnita debe reducirse a una simple inecuación proteica: carne rusa > cerelac.
De seguro habrá quien alegue aquello de que, sin la
revolución cubana, esa moderna urbe que es hoy día Miami sería un parque reserva-nacional,
una extensión de los Everglades,
repleto de alligators en vez de
cubanos. La Habana sin Fidel, todavía ese París en el Caribe con sus casinos,
tiendas de lujo, hoteles de alto standing, y glamorosos restaurantes. Un
paisaje demasiado exótico como para dar chance a la desértica Las Vegas, casi de
carambola ganadora del jackpot luego
de los disturbios en la Cuba cincuentera. Músicos, escritores, periodistas y
políticos floridanos han canalizado sus talentos gracias a una sociedad en la
que se respira Cuba como en ningún otro sitio fuera del archipiélago. Y en ese
bullicio de cubanía han encontrado su nicho influencers,
yourtuber, bloggers y celebrities.
Ellos también son resultado de la revolución cubana. Sin su mera existencia, no
hubiesen surgido ni Ley de Ajuste, ni pies secos y mojados, ni comunidad
cubano-americana, y por ende, tampoco receptores para sus narrativas, noticias
y/o ciber-embeleques. Por lo general, estos new
heralds son jóvenes capaces de
aprehender nuevas tecnologías y transmitir con elocuencia sus mensajes.
Habilidades que, si emigraron luego de la pubertad, bien pudieran haberse encubado
en cualquier escuelita cubana mientras recitaban un poema a José Martí, Camilo
Cienfuegos o el Che Guevara.
La disrupción social causada por la revolución de enero
no puede ni debe ser escrita en color rosa. Las familias han sufrido y siguen
padeciendo por la separación o pérdida de seres queridos. Lloran por el ahogado
en el estrecho, el eclipsado por disentir, el mutismo eterno de sillones sin
llegadas. Los cubanos, todos de una manera u otra, hemos sido marcados por más
de 60 años de confrontación. Quizás sea esta una oportunidad para cicatrizar
viejas heridas y evitar que nuevas sean abiertas. Quizás sea el momento de hacer
puentes y no trincheras. Quizás sea la hora de hacer el amor y no la guerra. Para
que en esa paz, nuevos Outliers
encuentren su Hamburg o Lakeside.
Tenemos la oportunidad
porque es en momentos de crisis cuando ocurren los cambios trascendentales. Porque
justo antes del amanecer la noche es más oscura. Tenemos el talento porque somos un pueblo educado,
sensible, únicos cuanto más plurales y dispersos. Pongamos empeño en acercarnos, escucharnos, querernos aún sin conocernos.
Hagamos el odio a un lado, pongamos suspicacias aparte, desechemos caudillismos,
oportunismos y malicias. Cuba necesita de nuestras más puras virtudes, de
cualquiera sea el mar u arroyo que provengan. Hallemos en la actual encrucijada
una ocasión para el diálogo y no una justificación para el linchamiento.
Citando a Gladwell,
"It's not enough to ask what
successful people are like. [...] It is only by asking where they are from that
we can unravel the logic behind who succeeds and who doesn't." Reconozcamos
en nuestros propios éxitos y fracasos el denominador común que nos une como
nación. Construyamos una Cuba en la que más y mejores cuban-Outliers puedan triunfar. Aboguemos juntos por un país sin
bloqueos y sin prejuicios. Sin prohibidos ni condenados a la disidencia eterna.
Sin silenciados ni estigmatizados. Una Cuba repleta de oportunidades para
elevarla con nuestros talentos y fecundarla con nuestros sudores.